NUEVAS ENSEÑANZAS


    Desde el puesto se le veía perfectamente, bajaba sin desconfianza desde el borde de la arboleda, a unos 50m en línea recta, dando pequeños rodeos a los pequeños pinos sueltos que se encontraban más cerca y a los arbustos que jalonaban su recorrido, pero tenía claro su destino, el rascadero que está justo a unos veinte metros de mi silla, todo despejado hasta las ramas bajas del pino en cuyo tronco dejaba grabadas sus navajas con mucha frecuencia, casi a diario.

    El pelaje marrón claro definía perfectamente su silueta a la luz de la luna llena, a pesar de los 5 ó 6 grados bajo cero, en la sierra, el aire limpio dejaba ver claramente cada uno de sus movimientos. Sus andares lo llevaron a la derecha del rascadero, allí se paró para reconocer la zona donde los arbustos tachonaban de sombras claras y oscuras el pequeño llano, como un tablero de ajedrez, estaba confiado, se notaba que conocía el terreno.

    Yo ya estaba sacando cuentas de lo que tardaría en comenzar a comer el grano y los frutos secos con los que habíamos preparado el lugar, intentando que, por el gusto que demuestran por esta comida y lo difícil que se les pone encontrar alimento en estas fechas,  más aún con el suelo helado, me diese la oportunidad de encarar y tener una buena opción a tirar.

    La experiencia me ha enseñado que cuando comen confiadamente (después de un rato), es más fácil que no nos oigan al movernos en el puesto, sea por las ropas, por el roce de la ballesta con alguna rama, ..., siempre será más fácil que nuestros errores queden cubiertos con el ruido del propio animal al masticar.

    ¡¡¿Y ahora qué le pasa.........?!!, el jabalí se ha parado en seco a apenas un metro del tronco donde se rasca. ¡Algo no va bien!, este bicho se está dando cuenta de algo, está mirando hacia adelante y hacia atrás y tiene el hocico medio levantado, ¡mala señal!, para él algo no está como debiera y recela claramemte.

    Dicho y hecho, ha salido al trote cochiquero hacia la derecha, ni siquiera ha resoplado, ni se ha parado después de caminar un trecho, ¡adios a mis ilusiones!

    Mi gozo en un pozo, que dice el refranero, como en el cuento de la lechera, me habia hecho ilusiones medianamente optimistas para este ejemplar de unos 60 kilos y con buenas formas, pero tururú.

    Aquí me quedo con dos palmos de narices y desanimado. La noche había empezado muy bien, apenas llevaba en el puesto media hora, lo justo para que el atardecer se convirtiera en la primera oscuridad de las noches de invierno y ya este guarro bajaba tan decidido y confiado que hasta yo me había confiado y tenía la idea de que podía llegar a ser fácil, ¡já!

    Decido ponerme mejor orientado que antes por si vuelve, puesto que al intentar cubrir la zona de la comida, la bajada del guarro me había cogido desplazado a la izquierda y el temor a que me oyera moviéndome en el puesto fue lo que me impulsó a esperar, a pesar de estar muy alto sobre el suelo, pero sólo a unos 3m de diferencia sobre la zona donde abandonó la protección de los árboles y se dejó ver.

    Quizás después de dar un rodeo de reconocimiento en torno al claro se decida a entrar de nuevo si no me corta el rastro, aunque mi calzado es scent-lock, pero a saber cuan fino anda este tio. Además es temprano, sólo las siete y poco, todavía queda tiempo y aunque hace bastante frio, las capas de ropa que llevo me permiten estar cómodamente en el puesto, tanto por la silla como por la temperatura, así que esperaré un rato más, sin problema.

    Mientras espero la vuelta del animal me dedico a reconocer nuevamente el terreno, los arbustos con la luna llena y la ayuda de algunas nubes ocasionales parecen jugar a algún concurso de sombras en el damero claro oscuro que se forma a mis pies, el monte es todo silencio y el trabajo de acostumbrar al ojo a distinguir formas en este vaivén de luces y sombras es algo que no acaba nunca.

    Sacando cuentas, igual el bicho encontró el olor del todo terreno en el que vinimos por la mañana a dejar la comida, o ha pasado alguien por el camino que va a unos 30 metros por la derecha, quizás.... ¡y yo qué sé!, el caso es que se ha ido y no hay nada que hacer. Ahora a concentrarnos en lo que venga.

    Sigo cómodo en esta silla, la verdad es que está a una altura de respeto, pero muy bien puesta, la confianza que da el cinturón que me sujeta con la gruesa rama superior  a mis espaldas es muy tranquilizadora, de vez en cuando te acuerdas de esos "extraños" accidentes que se dan cuando alguien se cae de un tree-stand con malos resultados, ¡buf!

    El calorcillo de la ropa es agradable así que hago un repaso de todo ahora que no hay animales, con los guantes tan gruesos, se protege uno bien y se puede acceder al gatillo sin problema, la guarda es abierta y el seguro es directo desde atrás en la Excalibur Phoenix, así que no hay pérdida, la linterna bien, la flecha bien atrás, etc...

    Ha pasado una hora más o menos cuando empiezo a oir unos pasos por mi izquierda, ¡bien!, ¡esto se anima!

    Al principio se oye poco, pero gradualmente se acercan a donde hemos colocado el grano, éste conoce el lugar. Poco a poco aumentan los ruidos y ya puedo sacar cuentas de que no es uno solo, es un grupo, así que será alguna piara de jóvenes, sin embargo no puedo verlos, sólo oirlos ¡y ya han empezado a comer!

    El ruido que produce el grano al ser triturado por las quijadas me define más claro dónde están, en medio de la zona de claros y oscuros con los arbustos, ha sido un fallo no poner la comida en medio de una zona completamente despejada, pero eso ahora no tiene remedio.

    Despues de unos minutos, parece que se me saltarán los ojos de las órbitas de tanto esfuerzo por buscarlos y definir nítidamente dónde están antes de dar la luz, en algunos momentos puedo pareciar medios cuerpos, algún cuarto trasero junto a un arbusto pero nada definitorio, el tiempo pasa.

    Definitivamente son cuatro o cinco, comiendo en dos zonas y deben ser bermejos de unos treinta kilitos, no es el ejemplar del inicio de la espera, pero pueden alegrarme la noche en una de mis escasas oportunidades de salir al campo.

    La inquietud de no verlos me pone nervioso por si se marchan sin haber tenido oportunidad de tirarles, sabiendo que está ahí ¡a menos de 20 metros! y ni saben que yo estoy al acecho.

    Me decido, acabo de medio ver a uno moverse a la izquierda del arbusto que lo cubría hacia un espacio más despejado, así que ¡tiene que ser ahora!

    Subo la ballesta, encajo el índice en el gatillo, encaro la mira y habituo la vista a esta nueva situación, la retícula está con la iluminación mínima, de forma que cuando encienda la luz se convierte en una cruz en negro, se tarda un poco en acostumbrar  el ojo y luego con el fogonazo de la linterna todo son impresiones, fotogramas casi inconexos y hay que reconstruir lo que pasó.

    Ya distingo los claros y oscuros de la parte donde están comiendo, busco el arbusto y la mancha que está al lado, creo que es uno de ellos, quito el seguro con el pulgar, todo a tientas, sé de memoria dónde está y el recorrido que tiene, el sonido es apenas perceptible y muy suave, no da problemas.

    ¡LUZ!, un tiempo increiblemente largo me lleva a distinguir la silueta de uno de los bermejos un metro más a la izquierda de lo que esperaba, corrección automática de la cruz sobre el cuerpo del animal, está inmovil, ¡no se ha movido!, ¡no le importa la luz!, buena cosa, está cruzado, un poco más cerca la cabeza, con el trasero a mi derecha, apreto el gatillo, y se va la luz. Apenas han pasado como dos segundos para todo esto.

    En la oscuridad y tras el ruido de la salida escucho el golpe de la flecha, es muy apagado, seguro que está en el suelo, espero que la punta Silver Flame de 125 grains haya hecho un buen trabajo. Inmediatemente, y más por el ruido que por la luz, deduzco carreras en todas direcciones y un gruñido agudo de quien espero que sea mi trofeo.

    Ramas rotas, pisadas descuidadas en la carrera a través de los arbustos espesos e impenetrables que rodean el lugar, tras unos segundos ..... sólo silencio.

    Silencio y el subidón que siempre da el tirarle a estos animales en las circunstancias que tenemos. Tras unas cuantas inspiraciones, un poco de relajación, ha valido la pena todo el trabajo, ahora sólo falta que tengamos suerte y esté bien tocado.

    Una media hora más tarde, comienzo a moverme, enciendo la linterna de diodos rojos para ver bien lo que hago, recojo todo, coloco la ballesta en la cuerda, la bajo hasta el suelo (siete metros más abajo), luego bajo el carcaj y la mochila, ahora con las manos libres, me coloco en el primer estribo para bajar y suelto el cinturón de seguridad de la rama, estoy animado y bajar resulta bastante cómodo a pesar de la altura.

    Abajo organizo todo, recojo lo que va en la mochila, me preparo y antes de marcharme para hablar con César y Pelín, no puedo reprimir echar un vistazo a donde tiré, si encuentro la flecha podré hacerme una idea de cómo ha sido el tiro.

    No tardo mucho en encontrarla, el contraste de las plumas destaca sobre los brillos de la escarcha que cubre el suelo, y aquí llega la primera desilusión, tiene algunos pelos, pero no le aprecio sangre, roja, clara y espumosa como otras veces, ¡oh, oh! , en fin , esto no barrunta nada bueno,ya veremos, ahora a la casa, y mañana veremos lo que dice el perro.

    Echo a caminar, me espera más de media hora de andadura, no es mucho, y la luna ayuda bastante una vez que sales al camino. A medida que vuelvo, voy sacando cuentas, para sincerarme conmigo mismo ya doy por perdido el animal, en la flecha no hay indicios de que le haya traspasado el cuerpo, ni siquiera de haberle dado en jamón, tripas o algo importante, va a ser que no,....... probablemente le haya ido alta ......... ahora que calculo, estaba a unos quince o dieciseis metros y al tirar como a veinte....... hummmm, va a ser eso, que unido a la altura del puesto........... seguro que ha sido así.

    Justo antes de llegar a la casa vadeo el arroyo que en el todo terreno es muy fácil y a mí me obliga a meter los pies en el agua helada, suerte que las botas son de caña alta de lo contrario me iba a acostar con los pies helados, además el frio arrecia.

    En la casa comentamos las impresiones de lo ocurrido, examinamos la flecha y parece que mis deducciones van a ser correctas, pero nunca se sabe así que mañana veremos, me felicitan por haber tirado después de haber hecho un viaje tan largo sólo para hacer un par de esperas, y cenamos algo al calor de la chimenea, que se agradece mucho con el frio que hay fuera.

    Al día siguiente vamos con la teckel a ver si conseguimos un rastro, es temprano y el suelo aún está helado y seguirá así hasta bien entrada la mañana. Junto a donde recogí la flecha encontramos tres gotitas de sangre, pero no hay más rastro, así que después de mucho buscar y la perra seguir varios rastros muy largos y seguramente de animales sin tocar, ninguna mancha más de sangre, definitivamente, lo damos por perdido, aunque con una satisfacción grande por pensar que "sólo lo peiné" y será un ejemplar más grande el año que viene. No me alegra precisamente el que pueda quedar mal herido y muera sin cobrarlo, como la mayoría prefiero fallar a darle mal, somos así.

    A la vuelta, agradezco a César y Pelín el que me hayan gestionado esta oportunidad en el coto de Guadalajara, para ellos es mucho más fácil que para mí desde Canarias, además han tenido poco tiempo para preparar el puesto y toda la intendencia que esto lleva.

    Un nuevo aprendizaje, porque como me dicen Jander y Manolín, estamos deacuerdo en eso, se aprende más de los errores que de los aciertos.

    Saludos a todos y buena caza en el 2008.
 
 
 
 

©Texto J.C. Cabrera.