POR FIN SE EQUIVOCÓ


Ocurrió en una casita de campo en la que tengo a mis perros. Voy casi que diariamente a darles de comer y sacarlos a pasear, siempre que el tiempo me lo permite.

Un día del verano pasado, me acerqué hasta el río para que los perros se bañaran. Los perros estaban tranquilamente cazando por las orillas del río, y yo esperando que hicieran saltar algún conejo, cuando de repente, vi que los perros salieron de estampida, metiéndose entre las cañas. Yo pensé, ya está, han hecho saltar un conejito, pero madre mía el conejito como rompía las cañas en su huída. Entonces pensé, ¿que coño ha sido eso?.

Me acerqué donde estaban los perros ladrando, y entonces fué cuando me dí cuenta que lo que habían sacado no era un conejete, sino un cochino.

Estuve viendo por los alrededores y habían pruebas evidentes de que por la zona había algún cochino, ya que había sendas que en veces anteriores no estaban, y se veían las camas de los animales por allí muy cerca.

Fué entonces cuando me decidí a cebarlo para ver si podía hacerlos entrar y poder realizar una espera.

La verdad es que no fué mal, a los pocos días de preparar el cebadero ya estaban entrando, así que decidí hacerme un puesto elevado con un treestand.

En medio de un espeso pinar tenía el cebadero, y dentro de él un clarito que iba a ser perfecto para la espera.
Muchas fueron las esperas, pero nada, unas ni los llegaba a oir y otras los oía pero no era capaz de hacerlos entrar, y mirad que fueron varias.

Una de las últimas llegué a divisar claramente la silueta de un jabalí bajo el mismo tronco del pino donde yo estaba, pero nada, visto y no visto, desapareció sin darme cuenta, como si hubiera sido un fantasma, no me enteré ni por donde se marchó.

La cosa es que ya hacía un par de meses o tres, que tenía el puesto un poco abandonado, ya que yo también estaba un poco desmoralizado por no poder hacer entrar los bichos al cebadero cuando yo estaba de espera, cuando volví a pegarle un vistazo y ví como seguían entrando a rascarse, así que pensé, venga Pelín que estos se nos están cachondeando de nosotros, vamos a por ellos.

Así que nada, miré otro pino que estaba cerca de allí y en él preparé el puesto, no me parecía muy bueno, ya que no estaba muy alto y estaba muy cerca del rascadero, pero nada, a probar se ha dicho, y así fué.

La primera semana estuve controlándolo todo los días, pero ni rastro.El fin de semana me fuí a cazar con mi amigo Cesar, al rececho de un corzo, que supongo ya habreis leído el relato, y el lunes cuando subí a ver como estaba el cebadero, cual fué mi sorpresa, que no había ni rastro de la comida que les había dejado, así que les volví a echar comida y a ver si esa noche también entraban. De ser así, lo tenía muy claro, al próximo día debía de ser la espera.

El martes a media mañana paso por el cebadero con el recelo de ver si habían entrado, y vaya por Dios, quedaban cuatro granitos de ná.

Estos bichos tienen hambre, pensé.

Estuve todo el día pensando en ¿quë pasará a la noche?¿entrarán o no?¿entrarán, me barruntarán y no podré tirarles?¿entonces en que habré fallado ahora?. Nada, un sin fín de preguntas y dudas, y un montón de nervios para que llegara la hora.

A las seis de la tarde acabé de trabajar, y sin más preámbulos, recojí la ropa y la ballesta, y hacia el monte.
Una vez en mi caseta, me cambié de ropa y dí un par de flechazos para ver que la ballesa estaba en su punto, y así era. Llevo montado un láser sobre el visor, y pensaba utilizarlo si la ocasión me lo permitía, ya que el puesto estaba muy cerca del comedero y cualquier ruidito podía ser fatal.

Sobre las ocho de la tarde decidí subirme al puesto, y ya sabeis, a esperar.

Los minutos fueron pasando, y cualquier ruidito me hacía ir el corazón al mil, pero claro, es que el puesto está cerca de un barranco donde conejos y zorros no son muy abundantes, pero hay alguno. ¿Y quién te dice que no es un conejo ese ruidito?, o ¿quizás no?. Pues nada, quieto, inmóbil como si no estuviera, por si acaso esos ruiditos fueran algún bicho.

Eran ya las diez de la noche y la luz ya era pésima, como mucho se podía ver la silueta a duras penas en el caso de que entraran, cuando de repente se pone a hacer viento y a lloviznear finamente. Vaya, lo que faltaba. Pero la verdad es que el viento me venía muy a favor, siempre de frente, y pensé, a las diez y media me bajo y a cenar, mañana será otro día.

Hacía escasos diez minutos que se puso a llover, cuando imagináoslo, un gorrino estaba a escasos 20 metros de mí y yo ni me había percatado.

No lo veía , pero oía como se dirigía recto como un hilo hacia el puesto.El corazón ya no iba a mil por hora, sino que en ese momento creo que me dejó de funcionar. De repente veo la silueta del bicho en el rascadero y oigo cómo le pega un par de dentellazos y seguidamente se pone a rascarse.

Todo eso a escasos 12 metros, y el bicho sin percatarse de que yo estaba allí.

Tenía la ballesta apoyada sobre la pierna derecha, poco a poco intenté quitar el seguro sin hacer ni una pizca de ruido. En eso que el bicho pasa del rascadero al comedero, y en los primeros bocados que se estaba metiendo, pam, enciendo el láser y lo coloco sobre la silueta que estaba viendo. El corazón creo que todavía no me latía, y nada más me sereno un poco enciendo el foco, en eso que el bicho gira un poco la cabeza como diciendo, ¿esto que és?. El gorrino estaba justo en frente mía, de espaldas, pero mirando un poquito como hacia las dos, así que en décimas corrigo el láser y zasssssssss...................

Solté la flecha y apagué la luz.

El bicho salió de estampida recto por donde había venido y a unos 20 metros más o menos dejé de oir ruidos.
La de cosas que empezaron a pasarme por la cabeza, ¿dónde le habré dado? ¿habrá parado porque estará herido de muerte o porque se habrá asustado?.

Veinte minutos después decidí bajar del puesto, ya hacía rato que no oía nada.

Me acerco al punto donde le había tirado, y cual fué mi sorpresa cuando ví que ni estaba la flecha ni había rastro de sangre, así que pensé mañana será otro día. Pensaba buscarlo a la mañana siguiente, cuando poco antes de llegar a la casita estaba mi padre esperándome con una linterna, le había llamado por teléfono contándole lo ocurrido. Tras debatir un poco sobre, ahora o mañana, nos hicimos los machotes y decidimos ir a ver si lo encontrábamos dentro del pinar.

Bancal arriba bancal abajo hasta que por fin fué mi padre quien lo encontró panza arriba, estaba completamente muerto.

En ese momento la alegría fué tremenda, ya que el lance había tenido un éxito del 100%. Pero eso no era todo..............

Tras darle la vuelta al animal, me dí cuenta de que la flecha le había entrado por el costado derecho, a la altura de los riñones, hacia delante, saliendo un trozo de la flecha por la parte superior de la paletilla izquierda. Un tiro perfecto, de atrás hacia delante, intentando buscar la mayoría de órganos vitales posibles.

Pero aún hay más.

Mientras lo arrastrábamos, me dí cuenta de que la punta de la flecha que llevaba clavada y le sobresalía por la paletilla izquierda había desaparecido, pensé que mientras lo estábamos arrastrando la flecha se había enganchado con algo y se había salido. Volví sobre mis pasos hasta que al final la encontré, pero cual fué mi sorpresa, cuando vi que sólo estaba la punta de caza y un trozito del tubo de la flecha. ¿Pero cómo puede ser esto?, pensé.

Al parecer, el animal en su huida intentó quitarse la flecha contra algún tronco, y de ahí que la rompiera. (Me han dicho que esta reacción es bastante típica en los bichos, que incluso intenta morder la flecha).

Pues nada, llegamos a la caseta y colgamos al bicho, no sin antes enseñárselo a mi teckel (de nombre PELIN) para ver la reacción que le hacía. Es un joven teckel de seis meses, y me quedé boquiabierto cuando ví cómo se le echaba encima y empezaba a ladrarle y darle vueltas, siendo este el primer animal que veía en su vida.

Una vez el bicho colgado empecé a destriparlo y ahí llegó otra sorpresa.

Encontré el resto de la flecha dentro del animal, pero en dos trozos. Por cierto, la punta Silverflame estaba impecable, como nueva.

La flecha le había traspasado intestinos, hígado y le había seccionado la parte inferior del corazón.

Mi padre se hacía cruces al ver cómo una simple flecha podía hacer semejante cosa.

Me alegro de que el tiro fuera tan certero y el animal sufriera lo mínimo posible.

Se me olvidaba, era un machete joven de unos 55kg aproximadamente.

Bueno , este ha sido mi último lance de caza, espero que lo disfruteis. momento.

©Texto y fotos Manuel Chabrera (Pelín)